Saber contra quién compites en tu trabajo

Cuando era pequeña, solían compararme con mi hermano para activar mi espíritu competitivo, ya que mi hermano había sido el mejor en todo. Siempre.

Si no era el primero, se enfadaba y se volvía más competitivo aún… Porque quería ser el mejor.

Yo, por suerte o por desgracia, no era así. Me daba absolutamente igual lo que me dijeran, que me entraba por una oreja y me salía por la otra sin haber hecho eco siquiera en mi cerebro.

Si yo consideraba que lo había hecho bien, ya podían decirme que otro lo había hecho mejor… que me daba igual.

Con el paso del tiempo, me ha servido muchísimo tanto en mi vida académica como en la profesional.

Las comparaciones son odiosas

Tendemos a compararnos, por naturaleza. Y lo hacemos con ámbito despectivo hacia nosotros mismos:

“Este cobra más que yo…

“Mira que trabaja menos que yo…”

Consigue más resultados por menos… Con lo que me lo tengo que currar yo…”

Incluso en nuestra vida personal:

“Con lo poco que como y tengo más barriga que tal…”

“Mi pelo es horroroso y ese sin hacer nada lo lleva perfecto…”

Ahora, con las nuevas tecnologías, y las redes sociales, todavía se complica más, porque no solo vemos a la gente que conocemos, sino a cualquiera que quiera darse visibilidad.

Usamos la comparativa para acomplejarnos, no para activar nuestro espíritu competitivo. ¿O es que no lo tenemos?

Complejo

Si yo, que he sido una niña ortopédica, que cada vez que visitaba a un médico me sacaba algo nuevo… me hubiera hundido en la miseria hace muchos años a base de compararme con los demás.

Y es que la comparativa en sí misma no es mala, siempre que te ayude a mejorar, no que te haga acomplejarte.

¿Para qué te comparas tú? Sería la pregunta, en vez de contra quién lo haces.

Contra los demás

Como solemos compararnos con otras personas, tenemos que tener mucho cuidado en el enfoque que queremos darle.

Puedes tener un ideal, y quererte parecer a él, asemejarte. Y, para ver tus avances, comparar el punto de partida con hasta donde has llegado y adónde quieres llegar.

Para poderlo hacer correctamente, no sólo tienes que basarte en la figura, en el halo que le rodea, sino sus valores principales.

  • ¿Qué es lo que te gusta de esa persona?
  • ¿Por qué te gusta?
  • ¿Crees que es alcanzable?
  • ¿Que con lo que tú tienes ahora mismo podrías llegar a conseguirlo?
  • ¿Qué es lo que necesitarías primero?

Centrarse en algo general es ambiguo y, casi siempre, inaccesible, porque:

  • No sabemos donde poner el foco, ya que es una concatenación de situaciones, no sólo dependen de una.
  • A veces nos gusta sólo una parte de esa persona, no todo lo que está relacionado con ella. Imitar para asemejarnos un todo cuando sólo queremos una parte es una pérdida de tiempo
  • Tener en el punto de mira varias acciones a la vez lleva lugar a equivocaciones.

Contra uno mismo

El ser humano necesita mejorar, está dentro de su naturaleza.

Después de todo, no hemos pasado del Homo Sapiens a lo que somos hoy en día por nada. Es un instinto de supervivencia, para no desaparecer. No extinguirnos.

Hoy en día, como todo funciona tan rápido, nuestra evolución tiene que ir a una velocidad que a veces no estamos preparados. Sin embargo, antes o después, seguimos insistiendo en mejorar y lo hacemos.

Realmente, es exactamente igual que el punto anterior, porque mejoramos a base de repetición e imitación de otros, de lo que nos gustaría conseguir. La diferencia está en que, cuando compites contra ti mismo, no te comparas con ese otro para ver quién avanza más rápido

Seguridad

Lo importante, ya compitas contra otros o lo hagas contra ti mismo, es que estés seguro de lo que haces, que no limite tu seguridad.

Cuando empecé a trabajar, nos reunían a todos los comerciales en una sala los viernes por la mañana, de nueve a diez, para repasar los resultados de esa semana y del periodo. El director, para sacar el espíritu competitivo de cada uno, y (a su modo) mostrar en quién debíamos fijarnos para mejorar algún punto en que fallábamos, comparaba sacando los puntos flacos de uno con respecto a los puntos fuertes de otro.

Si, por ejemplo, un comercial tenía que hacer 5 llamadas para cerrar una venta, mientras que otro en dos visitas ya la tenía cerrada y firmada, no decía: “Acércate con él y aprende cómo lo hace”, si no que más bien sonaba así:

“Mira, tú has hecho 5 llamadas después de 3 visitas a un cliente para poder cerrar la venta, mientras que este otro ha ido dos veces y ya ha venido con el producto cerrado y firmado”

No resultaba educativo, porque el que necesitaba 5 llamadas y 3 visitas no sabía qué decía el otro para conseguirlo en menos de la mitad de tiempo. Lo único que sabía… es que no era productivo.

Que, de su cabeza… empezaba a colgar una soga.

Había algunos que se sentían tan avergonzados que tal cual acababa la reunión se iban de la oficina, a otros los vi llorar de impotencia.

A mí me lo hicieron, varias veces. Incluso me llegaron a reunir con mi jefa y el director para darme un aviso.

Cuando te han comparado toda tu vida, pero tú sólo te has comparado contra ti mismo, te da igual lo que digan de ti, siempre y cuando tú veas que avanzas.

Sólo por este motivo, he dicho y sigo diciendo que es más importante el camino que la meta. Porque una vez lo consigues, tu instinto te va a exigir conseguir algo nuevo.

No te contentas con lo estático, necesitas seguir evolucionando.

Necesitas crecer.

Por eso… ¿Contra quién compites tú realmente en tu trabajo?

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